-Y cuando se hagan mayores podrás comerte sus semillas, que están muy ricas -le había dicho el abuelo.
Manolita estaba muy contenta con sus flores amarillas. Eran preciosas. Cada día estaban más altas y más grandes. Pero un día se dio cuenta de que las flores se movían.
-Abuelo, mis flores amarillas se mueven -dijo la niña.
-¿Cómo que se mueven? -preguntó el abuelo-. Las flores no andan.
-¡Ya lo sé, abuelo! Mis flores no se mueven de sitio. Lo que pasa es que cada vez miran hacia un lado.
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