Todo el mundo se puso muy contento con la llegada del cartero. Este trabaja muchas horas al día repartiendo el correo. Porque a Villaperdida de los Altos Montes llegaban muchísimas cartas.
Pero lo que al principio fue alegría, poco a poco se convirtió en exigencia.
-A ver si llega usted antes, que estas no son horas de repartir el correo -le decían unos.
-¿Se cree usted que no tengo yo otra cosa que esperar a que usted venga con las cartas del día? -decían otros.
Y así, uno tras otro, los vecinos le recibían con toda clase de reproches.
Hasta que un día el cartero no repartió las cartas. La gente estaba muy enfadada.
-¿Dónde se habrá metido?
-Seguro que se ha ido y nos ha dejado plantados.
-Y ¿qué hacemos ahora? ¿Dónde recogemos el correo?
Tras dos días sin cartas, al alcalde de Villaperdida de los Altos Montes se le ocurrió ir a buscar al cartero. Pero no sabía dónde vivía. Nadie lo sabía. Tampoco conocían su nombre ni tenían ningún dato que les ayudara a preguntar por él.
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