lunes, 14 de junio de 2021

El misterio Rumilda, el hada solitaria parte 1

 Había una vez un hada llamada Rumilda que adoraba comer. Así que se pasaba el día en el bosque buscando algo para llevarse a la boca: castañas, nueces, almendras, manzanas o, su manjar favorito, miel.


Las amigas de Rumilda la iban a buscar todos los días para jugar. Pero Rumilda les decía que quería ir a pasear por el bosque. Como siempre contestaba lo mismo, al final las demás hadas dejaron de ir a buscar a su amiga.

Nadia sabía lo que Rumilda hacía en el bosque ella sola. Y como apenas la veían, tampoco se dieron cuenta de lo que estaba pasando.

Llegó el día de la fiesta de la aldea. Las hadas mayores habían preparado deliciosos manjares para celebrar la fiesta.

Al mediodía todas las hadas se congregaron en el centro de la aldea para compartir el festín. Pero cuando llegó Rumilda se hizo el más absoluto de los silencios.

—¿Qué te ha pasado, Rumilda? —preguntó una de las hadas mayores—. ¿Te encuentra bien?

Rumilda no contestó. Pero todas las demás hadas estaban aterradas, porque su amiga parecía un globo a punto de explotar. Tenía la cara colorada y caminaba con mucha dificultad.

—Debo haber comido algo que me ha sentado mal —dijo Rumilda.

—¿Dónde? —preguntaron todas las demás hadas a la vez.

—En el bosque, supongo —dijo Rumilda.

—Rápido, hay que buscar un antídoto —dijo una de las hadas mayores—. Esto tiene toda la pinta de ser una pócima maligna.

Todas las hadas exploraron el bosque en busca de lo que podría haber causado el problema de Rumilda.







—Dinos, ¿qué has comido? —le preguntaron—. Tienes que decirnos exactamente dónde has estado

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