martes, 1 de junio de 2021

El misterio de los ruidos nocturnos parte 2

 Los ruidos siguieron escuchándose, noche tras noche. Algo se movía, incluso tiraba cosas.


Una mañana, cansada de aquellos ruidos, Anabel decidió que esa misma noche descubriría qué es lo que pasaba. Y así, después de cenar, la niña cogió el rodillo de amasar de un cajón de la cocina sin que la vieran y se fue a la cama. Metió el rodillo debajo de la almohada y esperó.

Ya casi se había quedado dormida cuando empezó a oír los ruidos de todas las noches. Con miedo, pero con decisión, Anabel se levantó sigilosamente, con el rodillo de la mano. Se agachó, se colocó a cuatro patas, y fue deslizándose suavemente por el suelo, sin hacer ruido, intentando encontrar el origen de aquel ruido.

Al principio no le resultó fácil, porque su corazón latía tan fuerte que no era capaz de escuchar nada más.

La niña respiró profundamente dos veces para calmarse y luego continuó rastreando aquel desagradable ruido.

Y así llegó hasta su escritorio. Con cuidado retiró la papelera, pues parecía que el sonido venía de allí.

—¡Tú! —gritó Anabel, mientras empezaba a dar golpes con el rodillo de amasar.

La niña montó tal escándalo que enseguida aparecieron sus padres.

—¿Qué pasa aquí? —preguntaron.

—¡Un ratón! —gritó la niña.

Los padres fueron a mirar y encontraron un montón de restos de comida detrás de la papelera.


¿Qué es esto? —preguntaron.





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