El Imperio romano era una sociedad multicultural, con una sorprendente capacidad de cohesión capaz de crear un sentido de identidad común asimilando a los pueblos más diversos.
La preocupación romana por la creación de monumentos y espacios comunitarios abiertos al público, como foros, anfiteatros, circos o balnearios, ayudó a establecer el sentimiento de «romanidad» común.
Si bien la sociedad romana poseía un complejo sistema de jerarquías, este es difícilmente compatible con el concepto moderno de «clase social».
Las dos décadas de guerra civil previas al gobierno de Augusto dejaron a la sociedad romana tradicional en un estado de confusión y conmoción.
Sin embargo, la dilución de la rígida jerarquía de la república condujo a una creciente movilidad social entre los romanos, tanto hacia arriba como hacia abajo, y más expresiva que en cualquier otra sociedad antigua documentada.
Las mujeres y los esclavos tuvieron oportunidades que antes les estaban prohibidas.
La vida en sociedad en el Imperio, particularmente para aquellos con recursos limitados, fue impulsada aún más por la proliferación de asociaciones voluntarias y hermandades (collegia y sodalitates) formadas para diversos fines: gremios profesionales y comerciales, grupos de veteranos, asociaciones religiosas, gastronómicas clubes y compañías artísticas.
En el gobierno de Nerón no era raro que un esclavo fuera más rico que un ciudadano nacido libre, o un équite más influyente que un senador.
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