La expansión territorial permitió que se reorganizara el uso de la tierra, lo que condujo a la producción de excedentes agrícolas y una progresiva división del trabajo, particularmente en el norte de África. Algunas ciudades se definían a sí mismas como los principales centros regionales de una determinada industria o actividad comercial. La escala de los edificios en las áreas urbanas indicaba una industria de la construcción completamente desarrollada. Documentos en papiro demuestran métodos de contabilidad complejos que sugieren elementos de racionalismo económico en una economía altamente monetizada.
Durante los primeros siglos del Imperio, las redes de carreteras y transporte se expandieron significativamente, uniendo rápidamente las economías regionales. El crecimiento económico, aunque no es comparable al de las economías modernas, fue superior al de la mayoría de sociedades previas a la industrialización.
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