Su plan había fracasado y si no acabada su poción con todos los ingredientes nunca se transformaría en una bruja verdadera. Fue entonces cuando desde muy lejos pudo oír un verdadero grito de terror de un pequeño, apresurada con su escoba, sacó un bote de cristal del bolsillo y voló y voló hasta cogerlo. Vaya ya tenía el ultimo ingrediente, pero ¿de dónde venía?
Desde el cielo pudo ver a un niño en el bosque. Se acercó para averiguar qué era lo que le había podido asustar, bajó y bajó y no vio nada de nada, solo al niño en el bosque sentado en el suelo. Decidió bajar a preguntarle que le había asustado tanto, allí su magia no había llegado y nada en terrorífico se había transformado. Cuando el niño la vio se puso muy contento:
– Señora, señora, por favor, ayúdeme.
– Lo haré si me dices que te ha asustado, ¿has visto u oído a un animal?, ¿te has encontrado a un monstruo?
– No, ojalá, lo que me ha asustado de verdad es que estoy solo y perdido.
– Pues no te preocupes que soy bruja de palabra, monta en mi escoba que te llevaré a tu casa.
Y así lo hizo, dejó al pequeño en su camita, que enseguida se durmió y se fue deprisa a su casa a acabar la poción. Pero había aprendido una lección, ni los monstruos, esqueletos, arañas, murciélagos dan miedo, lo que da miedo de verdad es estar solo y perdido. Así que un niño nunca mucho se ha de alejar y siempre acompañado debe estar.
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