Pero había uno que no se atrevía a salir a dar sustos, porque tenía mucho miedo. Este fantasma era cobarde porque no siempre había sido un fantasma, sino que en realidad era un niño que había sido castigado por una señora a la que había asustado disfrazado con una sábana. Resultó que la señora era una bruja y le lanzó un hechizo que lo convirtió en un fantasma de verdad.
El niño fantasma tuvo que huir de su pueblo y refugiarse en un lugar donde hubiera más fantasmas como él y así llegó hasta aquel castillo encantado.
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