Cuando cumplió la edad necesaria para entrar, el joven aprendiz de hechicero se presentó a las pruebas de admisión. La prueba era sencilla: había que convertir un vaso en un colibrí que saliera volando. El hechizo era muy sencillo de hacer, ya que bastaba con una rima y un toque mágico. En este caso, el hechizo era: "Tararí que te ví, sal volando como un colibrí."
Pero nuestro joven amigo tenía un gran problema, porque …¡no sabía pronunciar la letra erre! Los demás aprendices se rieron tanto de sus intentos que se marchó muy triste a su casa pensando que tendría más suerte la próxima vez.
Pero cuando volvió al año siguiente los profesores pusieron la misma prueba: convertir un vaso en un colibrí. El joven hechicero ni lo intentó, y se marchó a su casa pensando en volver al año siguiente.
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