—Ahora habrá que buscarle de nuevo —dijo el inspector Navarrete—. No creo que se le ocurra volver aquí.
Pero el ladrón no tenía otro sitio en el que esconder su botín, así que, cuando comprobó que la policía ya no estaba por allí, volvió a utilizar el viejo caserón para meter todo aquello que no tenía dónde guardar.
Para su sorpresa, la policía no se había llevado nada. El ladrón rio con ganas.
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