El ladrón se presentó ante el ministro. Este le preguntó:
—¿Es verdad que has robado los olores de toda esta gente?
El ladrón de olores respondió:
—Sí, señor ministro. He olido todo, todo, todo.
El ministro le preguntó:
—¿Has pagado por ello?
—No, señor ministro, no he pagado nada.
El ministro volvió a preguntar al ladrón:
—Pero sabes que esta gente cobra a la gente por disfrutar de los olores de sus productos, ¿verdad?
El ladrón dijo:
—Lo sé. Sé que cobran dos monedas por oler, pero no me parece justo.
La gente empezó a hablar. El ministro mandó callar.
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