Sin embargo, uno de los discípulos se mantenía en silencio. El maestro, al darse cuenta, preguntó:
– Todos tus compañeros son muy valientes y han decidido ayudarme con el plan. Pero tú sin embargo, tú no dices nada. ¿Por qué?
– Lo siento, maestro. Si no dije nada es porque veo el plan inviable…
– ¿Inviable?
– Sí, maestro. Tú mismo dijiste que escogiéramos un lugar en donde nadie nos viera robar… pero no existe tal lugar. En cualquier lugar en donde yo esté mi Yo me verá robar. Preferiría mendigar que permitir que mi Yo vea que hago algo con lo que no estoy de acuerdo.
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