Yacub, que así se llamaba, trabajó mucho y a menudo llegaba rendido a su casa. Estaba tan cansado, que con frecuencia se quedaba dormido bajo la higuera del patio de su casa.
Un día, durante uno de estos descansos, tuvo un sueño: un hombre desconocido se le apareció para decirle lo siguiente:
– Debes ir a Persia, a Isfaján. Allí encontrarás la fortuna.
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