jueves, 14 de octubre de 2021

Historia de las religiones

El ejercicio de la historia de las religiones siempre ha sido comparatista. Ya en la Antigüedad, desde Heródoto, los griegos observaron con curiosidad las costumbres y tradiciones de otros pueblos (egipcios, persas, judíos) con el fin de situar las propias. Plutarco, en el siglo I de la era cristiana, nos dejó un cierto número de trabajos que se pueden calificar de mitología comparada.

Son los padres de la Iglesia los que van a comparar las diferentes religiones y forjar el concepto de paganismo, para explicar en su propio beneficio el surgimiento y la superioridad del cristianismo. También son conceptos enunciados en este contexto por la patrística (Luz natural o imitación diabólica) los que servirán para explicar mil años más tarde, en la colonización de América, las curiosas costumbres de los indígenas, comparándolas con las de los paganos precristianos. Tal comparación se ejecuta en tres niveles: los antiguos, los salvajes y nosotros. Expresa la tensión entre el egocentrismo del yo y la alteridad del otro; que puede desembocar en una fuerte identificación o identidad colectiva del nosotros opuesta al ellos (racismo y nacionalismo étnico y lingüístico, o proselitismointolerancia y fundamentalismo religioso); o, menos frecuentemente, en un relativismo cultural que intente no aplicar prejuicios y encuentre valores de similar naturaleza en ambos lados de un diálogo entre iguales (por ejemplo, el famoso cuento de los tres anillos).

Ejemplos de esas perspectivas en la Edad Moderna son la "Historia Apologetica" del dominico Bartolomé de las Casas (siglo XVI) o "Les moeurs des sauvages amériquains comparée aux moeurs des premiers temps" del jesuita Josèphe François Lafitau (siglo XVIII). Aún se encuentran ambos en un contexto apologético. La historia de las religiones se desarrolla en ellos a partir de la mirada que el cristianismo posa sobre las demás religiones.

En el siglo XIX, al término del proceso de desconfesionalización iniciado por los philosophes de la Ilustración, la historia de las religiones se va lentamente a emancipar de sus orígenes piadosos para convertirse en una verdadera disciplina científica, desembarazada de su propósito inicial (justificar la religión) para precisamente abordar mejor su objeto de estudio (las religiones mismas). La historia de las religiones se distingue así en primer lugar de las disciplinas teológicas, incluso aunque al mismo tiempo estas mismas están empeñadas en iniciar una crítica profunda de sus tradiciones dogmáticas.

El florecimiento contemporáneo de los estudios orientalistas marcarán decisivamente esta nueva orientación, especialmente descubrimientos filológicos como los efectuados en torno al sánscrito, la crítica bíblica (Ernest Renan), y sobre todo la antropología anglosajona (Robertson SmithEdward TylorJames George Frazer) y la escuela sociológica francesa (Emile DurkheimMarcel MaussHenri Hubert).

En el siglo XX, la historia de las religiones será también influida por las aproximaciones psicológicas (Sigmund FreudCarl Gustav JungKároly Kerényi), fenomenológicas (Rudolf OttoMircea Eliade) o por las grandes figuras de la mitología comparada (Georges Dumézil) y de la antropología social (Claude Lévi-Strauss).

En los últimos tiempos, varias asociaciones y organizaciones reagrupan a los especialistas de diferentes dominios de la historia de las religiones (véanse los enlaces externos). Desde las aproximaciones diferentes que practican las diferentes escuelas, el ejercicio comparatista y la perspectiva histórico-antropológica suelen dotar de rigor a sus métodos y propuestas de investigación.

Las fiestas de la vida dentro de las formas de religión natural, siempre se prestan para una especial atención al ciclo de la vida, y a los momentos cruciales en que se pasa de una etapa a otra: el nacimiento, el paso de la niñez a la adolescencia, la vida adulta y la muerte.

La existencia de ritos de paso es una de las constantes antropológicas que caracterizan al ser humano de manera más universal y que, por tanto, no se resiente de la evolución económica y social. Los ritos cambian de cara y con ellos las costumbres correspondientes, pero su esencia sigue muy viva, en parte porque las diversas edades y ciclos del ser humano no están regidos por lo social, sino por lo natural. Según el estudioso francés Arnold van Gennep, este tipo de ritos se estructuran en tres fases: separación, transición y reincorporación. Es complejo aplicar esta división a la mayoría de ritos tal y como los concebimos hoy. Lo que está claro es que el aparato ritual que comporten tiene como objetivo reforzar la cohesión, primero familiar y luego comunitaria, del individuo que continúa. Los bautizos, las bodas, los entierros, etc., marcan las fases y también los derechos y deberes del individuo. Además, poseen un marcado carácter socializador: los regalos que se hacen en ellas, así como las felicitaciones —o los pésames en los funerales— implican solidaridad e integración en el grupo. Todo ello refuerza los límites simbólicos de la comunidad familiar.




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