De esta forma, todos vivían tranquilos: un vecino robaba al otro, y éste a otro diferente, y así sucesivamente, hasta llegar al último que robaba al primero. Se cerraba de esta forma el círculo. ¿Qué conseguían? No había ni había ricos ni pobres. Sólo había ladrones.
Un día, apareció en este país un hombre honrado, que desestabilizó todo por completo. Este hombre, cada noche, en lugar de salir a robar, se quedaba en su casa. Así que al llegar el ladrón al que le tocaba robar en esa casa, se tenía que dar media vuelta al comprobar que había luz dentro.
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