Sin decir nada más, le dio un gran abrazo al niño y salió corriendo a la biblioteca, en busca del cuento en el que llovía chocolate. Seguro que allí estaba la pista para encontrar el tesoro.
Ese día, y muchísimos más que le siguieron, Vera estuvo todo el día leyendo en la biblioteca, buscando el libro de las nubes de chocolate. Encontró sueños arcoiris, mares musicales, bosques de sonrisas, pero ni rastro de la lluvia de chocolate. Ni durante la primera semana. Ni en el primer mes. Ni tras el primer año. Pero como sabía que existía, estaba decidida a seguir buscando.
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